sábado, 5 de enero de 2008

Invitación del Pancho y visita a Cúllar

Anoche me disponía a dedicarme a otros menesteres, cuando el Edu me dice que el Pancho va a invitarnos a un vino del país o lo que sea. Algo así no se puede rechazar así que nos reunimos en mi caño, algo tarde como es costumbre y nos dirigimos al vino del país de mi calle, el cual estaba petado de gente. Al final acabamos en uno de la puerta de Lorca. Entre jarra y jarra murió el Digimon pajero del Girón. JP insistió en verlo y le hizo un reseteado que borró los 3 días de "vicio" que llevaba el Yairon. El pobre Yair estaba sin aperos de vicio (ni DS, ni Cube, su ordenador está reventao...), lo que le hizo dedicarse a algo tan poco digno como esa especie de tamagotchi llamado Digimon pajero por el hecho de que lleva un podómetro y el Girón lo meneaba con la muñeca para acelerar el proceso de conteo de pasos. Clamó venganza y en este momento nos separamos en un par de grupos. Yo me fui a mi casa a cargar un poco el móvil y a coger mi billete grande y me reuní con el Edu, Vargas y compañía en la tronera. Sin quererlo, estaba montado en el tuneado coche del Vargas viendo videoclips calorros en sus 2 pantallas planas que había instalado su propiertario. Al rato aparecimos en los Rosales, y yo ya estaba pasando miedo. El Vargas y el Albert parecían decididos a entrar pero al momento dicen: "No, es que no hay dinero, pero no os creáis que no hemos estado aquí ya". Te creemos, Roberto.
Luego tras un rato de carretera aparecimos en Cúllar. Esto sí que no me lo esperaba. Estaba bebiendo cerveza mientras los otros 4 jugaban al futbolín en un pub llamado Wonderful. La cosa no podía ir peor hasta que el Vargas se pidió un cubata y recibimos una esperanzadora llamada del Gallego diciendo que venía a Cúllar. Para hacer más amena la espera, el Vargas puso en su coche una película porno interracial de una tía blanca haciéndole mamadas a un par de pollas negras. Cuando el miedo ya invadía todo mi cuerpo, apareció el Gallego y nos fuimos a tomarnos algo a otro pub y por fin emprendimos el regreso a Baza (yo por supuesto montado en el coche del Gallego). Luego nos llamó el Albert diciendo que los habían parado los monos, resultando ser al final una broma de mal gusto (el Vargas iba bebido y algo más). Así que nos reunimos finalmente en el ferial, reencontrándonos con el Pancho que lo había traido el Mario, y tras una escena que parecía sacada del Need for Speed, cortesía del Gallego, nos dispusimos a acostarnos.

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