domingo, 20 de febrero de 2011

Los coches y yo

Uno de los hobbys tópicos de los hombres, a parte del fútbol, son los coches. Desde pequeños ya nos incitan a ello regalándonos coches de juguetes, homónimo masculino del coche de la barbie. Desde mi más joven infancia hasta los 18 no he tenido mayores contactos con los vehículos salvo por los videojuegos de coches, a los que por cierto me enganché bastante en la época en que me estaba sacando el carné. En esos momentos crías un ansia de conducir que se puede desahogar perfectamente mediante vicio, preferiblemente si son arcades para hacer mierda el coche sin mayor problema. Y es que durante las clases prácticas te ves vetado de costumbres que una vez carné en bolsillo vuelven a instaurarse: convertir los stops en ceda el paso, coger el volante como te salga de los cojones, no poner intermitentes en las rotondas (esto en realidad lo detesto, yo soy muy correcto en este aspecto), superar los límites de velocidad si es que eres un rebelde, echar por el carril que quieras de las rotondas (el echar siempre por el carril derecho en las mini rotondas de Baza no tiene sentido), etc.

Y yo sé sólo eso: conducir. Cuando recibo galleguescas charlas sobre las bondades del último motor fabricado por Mitsubishi para Hyundai (estos no son como los de Kellogs, que no fabrican para otras marcas) no puedo más que poner cara de póker y asentir de vez en cuando. Yendo con unos amigos y te encuentras algún cochazo deportivo y empiezan a hablar en un lenguaje ininteligible a lo que yo sólo puedo agregar: "Sí, está guapo este..." y tengo que ir a la parte de atrás del vehículo para comprobar el nombre y terminar la frase. O cuando alguien te enseña su última adquisición del mundo del motor, sólo se me ocurre pegarle una patadilla a una rueda, como evaluando que realmente es un coche bueno por no desmoronarse tras recibir el puntapié. Luego pregunto "¿qué es, diesel o gasolina? ... Ah, pues gastará poco." Y es que las únicas prestaciones que sé evaluar de un coche es lo que gaste y la respuesta que tenga el acelerador. Que le pises y no te deje tirado intentando adelantar a otro coche.

Algún día me compraré un coche y tendré que pedirle ayuda al inestimable Gallego, como acuden a mi algunos al adquirir algún equipo informático.

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